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  • La medición del bienestar comporta analizar resultados de desarrollo multidimensionales a escala nacional y regional desde la perspectiva de la población (personas y hogares), y no indicadores de crecimiento económico exclusivamente. Este cometido exige tener en cuenta una serie de métricas más amplia que la utilizada tradicionalmente para dar seguimiento al progreso nacional, que describa las condiciones materiales actuales de las personas y su calidad de vida, la distribución de los resultados entre los distintos lugares y grupos de población y los recursos sistémicos que apuntalan la sostenibilidad del bienestar de las personas con miras al futuro.

  • El 15 de mayo de 2020, el Consejo de la OCDE invitó a Costa Rica a convertirse en miembro de la Organización. En la fecha de preparación de la presente publicación, todavía se encontraba pendiente el depósito del instrumento de adhesión al Convenio de la OCDE de Costa Rica. Por lo tanto, Costa Rica no aparece en la lista de miembros de la OCDE ni se ha incluido en los promedios de la OCDE reseñados.

  • ¿Se han trasladado las mejoras en el ingreso nacional de América Latina a los diferentes ámbitos de la vida de las personas? En este informe se aborda esta cuestión a través de una serie de indicadores, tomando como base el Marco de bienestar de la OCDE. El análisis se centra en un grupo de 11 países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, la República Dominicana, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay), denominados en adelante "países analizados".

  • Los avances en materia de bienestar en la región de ALC entre 2000 y 2019 fueron considerables. No obstante, el ritmo de los progresos se ralentizó de forma notable desde mediados de la década de 2010. Por otra parte, muchos de los recursos naturales, humanos, sociales y económicos que mantienen la sostenibilidad del bienestar ya se veían amenazados o estaban en declive antes de la pandemia, y problemas estructurales como los altos niveles de informalidad y las desigualdades se mantuvieron hasta 2019. Existe el riesgo de que la pandemia de COVID-19 haga que se malogren muchos de los avances en materia de bienestar alcanzados en las últimas décadas, y agrave los problemas ya existentes. Un enfoque de bienestar en las políticas ayudaría a los países de ALC a afrontar las dificultades sociales sumamente interconectadas a las que se enfrentan, aunque integrar este tipo de enfoque en América Latina requerirá del apoyo generalizado tanto público como político, además de mecanismos institucionales que afiancen las prioridades de bienestar en las operaciones de los gobiernos a largo plazo. Asimismo, es necesario introducir mejoras en los datos sobre todos los aspectos del bienestar relevantes a efectos de las políticas.

  • En los 11 países analizados, la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad en los ingresos han disminuido con respecto a los niveles de 2000, aunque siguen siendo elevadas. A partir de 2014, aproximadamente, el ingreso y el consumo de los hogares se estancaron, y la región comenzó a registrar un descenso de la satisfacción con las condiciones de vida. Aunque hasta 2019 los niveles de desempleo fueron relativamente elevados en la región, datos recientes muestran que la crisis del COVID-19 tuvo efectos negativos sobre el empleo y el desempleo. En el conjunto de América Latina, más de la mitad de todos los trabajadores están empleados en el sector informal y no suelen tener acceso a programas sociales o protección contra el despido improcedente. Por lo que se refiere a la calidad de la vivienda, en promedio y en relación con los países analizados sobre los cuales hay datos disponibles, solo aproximadamente la mitad de los hogares tenía acceso a servicios de saneamiento, y únicamente el 70% tenía acceso a agua potable limpia.

  • En las dos últimas décadas, la calidad de vida de los países analizados ha mejorado en una serie de dimensiones, singularmente en lo que atañe a salud, conocimientos y competencias. Sin embargo, es preciso que este progreso se mantenga, a fin de garantizar que la mayoría de la población disfrute de una mejora de los resultados en materia de salud y educación, ya que el impacto de la pandemia está revirtiendo los logros alcanzados en estos dos ámbitos. La seguridad es motivo de gran preocupación en esta región, y las tendencias y los niveles promedio no reflejan las enormes diferencias que existen entre los países. Las tasas de votación apenas han registrado cambios, pero la cifra promedio de percepción del gobierno desde 2004 se ha deteriorado. Pese a que la calidad del aire ha mejorado en la última década, muchas personas siguen expuestas a niveles de partículas que resultan nocivos. Por último, la satisfacción con la vida y el apoyo de las redes sociales han descendido, mientras que la proporción de la población que experimenta emociones principalmente negativas aumentó entre 2019 y 2020, lo cual pone de relieve el perjudicial efecto que ha tenido el primer año de la pandemia.

  • América Latina alberga gran parte de la biodiversidad del planeta. No obstante, esta se reduce a un ritmo dos veces superior al promedio de la OCDE, en lo que supone una erosión del capital natural del cual depende el bienestar presente y futuro de la región. Entre los riesgos para el capital humano destacan el rápido aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad, así como el gran número de jóvenes que ni estudian ni trabajan. El lento crecimiento de la inversión debilita los cimientos del bienestar futuro, mientras que el enorme lastre que representa el reembolso de la deuda externa es un riesgo persistente. Las múltiples revueltas sociales de 2019 son una clara señal de la fragilidad del contrato social en la región, corroborada por el apoyo menguante a la democracia electoral, la escasa confianza en los gobiernos y en los demás, y los elevados niveles de percepción de la corrupción, la discriminación y la distribución injusta del ingreso. La pandemia de COVID-19 está agravando las presiones que soportan los distintos tipos de capital en los que se fundamenta el bienestar futuro.

  • Resulta imposible evaluar por completo la situación del bienestar de una sociedad sin tener en cuenta las desigualdades. En capítulos anteriores hemos incluido varios indicadores de desigualdad “vertical” (como el coeficiente de Gini) y de carencias (como las tasas de pobreza), pero en este nos centraremos en las desigualdades “horizontales”, o en las desigualdades entre los distintos grupos de población, por género, edad, ámbito territorial (urbano frente a rural), origen étnico y raza, así como logro educativo. En conjunto, si bien los países analizados han avanzado en la reducción de las desigualdades en varios ámbitos del bienestar, como la educación y el empleo, todavía persisten brechas importantes. Es probable que las consecuencias de la pandemia agraven las desventajas de los grupos vulnerables, y amplíen las desigualdades en los resultados de bienestar. En general, las mujeres, los niños y los jóvenes, las personas que viven en zonas rurales, las personas indígenas y afrodescendientes, y aquellas con menor educación suelen padecer unas condiciones materiales peores, aunque el panorama es más dispar cuando se analizan los indicadores de calidad de vida y capital humano y social.

  • La región de ALC enfrenta una serie de desafíos persistentes en materia de bienestar social que se han visto agravados por la pandemia del coronavirus (COVID-19). Para superar estos desafíos, es necesario un enfoque multidimensional en las políticas públicas. En este capítulo se describe cómo puede ayudar este tipo de enfoque a los países de ALC a superar los desafíos sumamente interrelacionados a los que se enfrentan: 1) centrando sistemáticamente las acciones emprendidas por los gobiernos en los resultados de bienestar más necesarios; 2) promoviendo un enfoque pangubernamental más coherente de la mejora del bienestar social; 3) fomentando una gobernanza más previsible; 4) reforzando el contrato social entre gobiernos y ciudadanos; e 5) impulsando nuevas formas de cooperación internacional. Para ilustrar la manera en que se puede introducir un enfoque multidimensional en el ciclo de formulación de políticas públicas, se incluyen ejemplos prácticos.