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  • La integridad es más que una elección racional contra la corrupción. Esencialmente, promover la integridad es alentar un comportamiento en aras del interés público por encima del comportamiento autocomplaciente de prácticas corruptas y carentes de ética. Sin embargo, el comportamiento humano es, a menudo, una dimensión descuidada en la formulación de políticas de integridad. Los esfuerzos para prevenir la corrupción todavía se fundamentan ampliamente en un modelo racional de toma de decisiones. Tal enfoque enfatiza usualmente la importancia de incrementar los costos y disminuir los beneficios de un comportamiento indeseado. De ello se derivan recomendaciones de normativa común que incluyen control y sanciones, así como la reducción de la discrecionalidad de quienes toman las decisiones, con el fin de restringir las posibilidades de conductas indebidas. En ocasiones, esto ha llevado a una regulación excesiva, al establecimiento de controles paralizantes y a la desconfianza en la administración pública.

  • El comportamiento humano es una dimensión a menudo descuidada en la formulación de políticas de integridad. Tradicionalmente, los esfuerzos para prevenir la corrupción se han fundamentado en un modelo racional de toma de decisiones, lo que ha llevado a recomendaciones de políticas que favorecen la aplicación de control y sanciones, así como la reducción de la discrecionalidad de quienes toman decisiones con el fin de disminuir las posibilidades de conducta indebida.

  • Los sistemas de integridad pública tienen por objetivo promover entre los servidores públicos decisiones en línea con el interés público. Como consecuencia, numerosas políticas de integridad buscan orientar y regir, directa o indirectamente, las decisiones y las conductas humanas. A pesar de ello, la perspectiva del comportamiento se sigue descuidando al elaborar políticas de integridad. La investigación en diversos campos científicos sobre cognición y comportamiento humano (incluyendo psicología, neurociencia, sociología y economía) ha producido hallazgos que ofrecen valiosas enseñanzas y nuevas perspectivas. Como resultado, los encargados de formular políticas de todo el mundo aplican cada vez más la información conductual a otras áreas de la política pública (Economist, The, 2017[1]); (European Commission, 2016[2]); (OECD, 2017[3]); (World Bank, 2015[4]).

  • Las políticas de integridad se basan a menudo en el supuesto que las personas siempre aprovecharán una oportunidad de conducta indebida cuando las ganancias superen el riesgo de posibles consecuencias negativas. En otras palabras, se presupone que el individuo sopesa la probabilidad de ser atrapado (es decir, la rigurosidad de los mecanismos de control y detección, internos y externos) y las consiguientes sanciones por ganancia indebida que podría merecer por acción o inacción. Las implicaciones políticas de tal visión involucran un alto grado de monitoreo y cumplimiento. Sin embargo, en la vida diaria, la moralidad a menudo se percibe en términos de rasgos de carácter. Al ser confrontada con una elección relacionada con la integridad, se espera que una persona consulte sus valores personales y actúe conforme a ellos. Ciertamente, un comportamiento corrupto es a menudo interpretado como una extensión de la “mala índole” del involucrado.

  • Las decisiones morales no se toman de forma aislada. Las decisiones humanas a menudo son impulsadas por motivos sociales, como lealtad, crear confianza, devolver favores o ayudar a alguien a salir de una situación complicada. Las personas toman decisiones en beneficio propio, pero también les importa lo que otros piensen o hagan. Los motivos sociales operan a favor de la integridad, pero también lo pueden hacer como razones para optar por decisiones corruptas. Comprender por qué los seres humanos, como tomadores de decisiones sociales, son influidos por sus propias preferencias y por las de los demás, aporta información sobre por qué y cómo funcionan o fallan las políticas de integridad.

  • La investigación sobre el comportamiento humano y las decisiones morales ofrece una perspectiva inspiradora sobre las políticas de integridad. El invita a los responsables de formular políticas a explorar la forma en que las percepciones conductuales ayudan a dar forma al diseño de políticas de integridad modernas.

  • [100] Abbink, K. et al. (2014), “Letting the briber go free: An experiment on mitigating harassment bribes”, Journal of Public Economics, Vol. 111, pp. 17-28, http://dx.doi.org/10.1016/j.jpubeco.2013.12.012.