• Los programas de vacunación infantil suelen constituir una parte importante de la estrategia de prevención de un país, ya que son una de las intervenciones de políticas de salud más efectivas y costo-efectivas (Chan et al., 2017[1]). La OMS estima que las vacunas evitan entre 2 y 3 millones de muertes cada año en todo el mundo, y que se podrían evitar 1,5 millones de muertes adicionales mediante la protección directa de los vacunados y la prevención de la propagación de enfermedades a los no vacunados. En todos los países de LAC existen programas de inmunización que abarcan varias vacunas de rutina (por ejemplo., poliomielitis, difteria, tétano, tos ferina y sarampión) e incorporan adicionales (por ejemplo., neumococo, rotavirus y virus del papiloma humano) a nivel nacional o subnacional. La cobertura de estos programas puede considerarse como un indicador de la atención sanitaria, ya que reducen de forma efectiva la carga de las enfermedades prevenibles por vacunación. Como ejemplos, en esta sección se presentan la difteria, el toxoide tetánico y la tos ferina (DTP), el sarampión y la hepatitis B, ya que representan, en cuanto al momento y la frecuencia de la vacunación, el espectro de desafíos organizativos relacionados con la inmunización sistemática de los niños.

  • Las enfermedades cardíacas isquémicas y los ataques cerebrovasculares (ACV) fueron dos de las principales causas de muerte en LAC en 2017, ya que representan el 78% de todas las defunciones por enfermedades cardiovasculares (ECV), muy similar al 77% de los países de la OCDE (ver el Capítulo 3, "Mortalidad por enfermedades cardiovasculares"). Además, ambas están asociadas a grandes costos sanitarios, económicos, sociales y no financieros, debido a las persistentes discapacidades que sufren muchos sobrevivientes. El tratamiento tras un infarto agudo al miocardio (IAM) y un ACV ha avanzado mucho en la última década. La introducción y diseminación de nuevas tecnologías, entre ellas los medicamentos para reducir el colesterol y la presión arterial, la trombolísis y la angioplastia, en los últimos decenios han tenido un efecto notable en la calidad de la atención cardiovascular (OCDE, 2015[4]).

  • La efectividad global de un sistema de salud para entregar atención de cáncer se puede evaluar a través de la comparación internacional de los niveles y tendencias recientes de estimaciones poblacionales de la sobrevivencia neta de todos los pacientes diagnosticados en cada tipo de cáncer. La vigilancia global de la sobrevivencia de cáncer ayuda a identificar y reportar desigualdades evitables, lo que puede motivar políticas y acciones para reducirlas (Coleman, 2014[5]).

  • La mayoría de los sistemas de salud han desarrollado un "nivel primario" de atención cuyas funciones son promover la salud, prevenir enfermedades, servir como primer punto de contacto para manejar nuevas dolencias y condiciones crónicas, y remitir a los pacientes a servicios de nivel secundario y hospitalarios cuando sea necesario. Un objetivo clave es preservar el bienestar de las personas, proporcionándoles un punto de atención médica coherente a largo plazo, adaptando y coordinando la atención a las personas con múltiples necesidades de atención y apoyando al paciente en la autoeducación y el auto-manejo. En este contexto, un sistema de atención primaria de alto rendimiento, en el que se presten servicios accesibles y de alta calidad, puede reducir el deterioro agudo de las personas que viven con asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), insuficiencia cardíaca congestiva (ICC), hipertensión arterial y diabetes, y reducir las hospitalizaciones innecesarias.